Datos personales

Powered By Blogger

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 17 de abril de 2016

Tiburones

Hubo un tiempo en el que me dí al cultivo de peces tropicales. Tenía varias especies: platys, neones, lebistes en su gran mayoría y algún corydor limpiafondo. Aprendí cuáles podían convivir sin comerse unas a las otras en las mismas condiciones de temperatura y ph, hasta armé de esa gran pecera una sala de parto para preservar a las crías de ser comidas por su propia madre u otros peces.
Un buen día se integró a esa jungla acuática un labeo bicolor, negro de cola roja, los llaman tiburoncitos porque nadan en forma recta y se detienen de pronto como los tiburones.
“Es cuevero” comentó el vendedor del acuario y me vendió una casita para que estableciera su territorio en la pecera. Sentarme a ver esas danzas me transportaba a otros mundos ancestrales.
Para cuando se integró el Labeo ya tenía otra pecera donde los recién nacidos se desarrollaban hasta poder integrarlos al resto de la gran sin riesgo de ser comidos como carnada.
Tiempo después de integrar al tiburoncito pareció necesario para la mirada antropocéntrica integrar un compañero de especie, no para que se reproduzca (imposible averiguar el género) sino por esa ilusión humana de que la otredad construye. El mismo día que se integró el Labeo bicolor albino (todo rosado con cola roja) lo hizo con su propia casita cuevera en el vértice opuesto de la pecera.
La convivencia no fue la danza esperada. Resulta difícil explicar las trayectorias y las interacciones acuáticas que hicieron ambos de entrada para estudiarse pero fue obvio que se reconocieron como iguales de inmediato y comenzaron a competir por el territorio
El negro quiso apropiarse también de la casa que se le otorgó al albino. El albino aprovechó para meterse en la casa del negro. De allí en más se sucedieron semanas de batallas constantes e interminables.
Un día pareció necesario separar a los contendientes y, como los labeos no se comen a las crías de otros peces, el albino fue trasladado con su casa a la pecera donde las crías se desarrollaban.
Al día siguiente, tanto el negro como el albino aparecieron en el suelo, pese al protector de vidrio superior encontraron la forma de escapar por el agujero que permitía pasar la sonda del aireador y, desde mi mirada antropomórfica, suicidarse porque al perder al contendiente no encontraron otro sentido para su vida, aunque tal vez salieron a buscarse fuera de ella.

No hay comentarios: